El bosque donde habita el viento – Susurros de sauces en la ciudad

Más que la cima, importa caminar juntos. En la montaña nevada, cada paso compartido guarda el calor de una memoria viva.

La montaña nevada se extiende al frente,

atrayéndonos suavemente como un susurro.

No es tan alta ni tan lejana,

pero guarda pendientes que cortan el aliento

y tensiones que aceleran el corazón.

La nieve no es pesada ni ligera.

Cada vez que resbalamos,

recordamos lo reconfortante

que es seguir las huellas de alguien en quien confiamos.

Sin palabras,

compartimos más que el peso de las mochilas —

compartimos fe,

silenciosa y firme, a lo largo de la espalda.

La espalda de quien camina delante

se parece a ese mañana que anhelamos alcanzar.

La montaña está en silencio,

pero nosotros no.

Respiraciones, el crujido de los crampones,

y a veces el susurro del viento —

todo da vida a este paisaje.

Cuando el sol empieza a teñir la cresta,

nosotros también nos llenamos de esa luz.

La meta nunca fue solo la cima.

Fue este viaje compartido,

este momento presente de caminar juntos.

Y sabemos que,

cuando el camino termine,

lo que queda no será el paisaje blanco,

sino el recuerdo de haberlo caminado juntos.