En Jeonju, bajo techos hanok, el tiempo fluye lento. Entre callejones tranquilos y cultura viva, el alma se calma sin querer.
El momento más hermoso del pueblo hanok de Jeonju
llega cuando lo observas desde lo alto.
Los tejados de tejas fluyen como olas suaves,
y entre ellos, los movimientos de la gente
se convierten en parte del paisaje, sin sonido.
Edificios modernos se elevan en la distancia,
pero en este centro, el tiempo aún permanece.
Bajo la sombra de los árboles,
piensas en silencio:
“Ojalá el tiempo pudiera detenerse.”
Al caminar por los callejones,
te encuentras con casas de té y viajeros en hanbok,
como personajes de una pintura.
No intentan parecer parte de un cuadro—
simplemente lo son.
Caminando por estas calles tranquilas,
el corazón se calma
y los pensamientos confusos se desvanecen.
No esperabas encontrar tanta paz
en medio de la ciudad.
Aquí todo avanza despacio,
y no hay prisa por adelantarse.
Bajo la sombra del árbol,
esta vista me consuela suavemente.
Bajo los techos hanok,
yo también maduro lentamente hoy.
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